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  • 1 mar 2024
  • 3 Min. de lectura

01/03/2024 OPINIÓN




Por Ramón Freixa





Hoy hablo como ciudadano corriente, que pisa diariamente la calle. No quiero ser pájaro de mal agüero, ni tampoco descubro la pólvora si digo que la economía boliviana está en la lona. No hablo como experto del tema del IBCE o de CEBEC. Hablo desde la realidad más palpable y el desgaste de suela en la calle.


Desgraciadamente, la frase de moda y que se repite en todos los ambientes es: ¡No hay Plata!


Por tanto, el primero que se va a resentir de esta triste realidad son los restaurantes y establecimientos Gastronómicos. Y lo primero que va a florecer son los puntos de comida en veredas, calles, obras de construcción, mercados, portones y cruces de caminos.


Ya he comenzado a ver es este estilo de pensiones, funcionarios encorbatados, vendedores de autos, y profesionales del marketing en silla de plástico y mantel de hule, con el almuerzo de 10 pesos.


Precisamente la comida es un indicador, yo le llamo barómetro, de la economía; por un lado, desciende en los establecimientos reconocidos y que gozan de una alta reputación gastronómica, y comienzan a subir, a crecer como setas, todo tipo de negocios de comida de calle, desde casas familiares que hacen Burgers, empanadas o sándwiches a “multinacionales” callejeras del plato del día.


Sin ir más lejos detrás del Mall Ventura en el cruce del acceso al puente del Urubó una señora con sus parientes reparte más de 400 platos variados, bien empaquetados y aderezados a 5 bolivianos, en Equipetrol te encuentras una casa bonita con su pizarra de tijera en la vereda ofreciendo empanadas varias a 3 bolivianos, y así un sinfín de ofertas callejeras.


Este el indicador del estado de la economía en Bolivia, los locales clásicos de la gastronomía al punto del cierre cada vez con menos gente, y lo que no existía se reproduce como esporas a precios de subsistencia.


Dice mi amigo Roberto Ortiz que en estos momentos. “Un aspecto crucial es la prudencia y la austeridad. No es momento para proyectos faraónicos ni inversiones… Es esencial reducir los costos y gastos al mínimo.”


Ojo con el refrán “Éramos pocos y parió la abuela”, como disminuyen los clientes subimos precios. Sin duda, debemos incrementar los precios, pero siempre de manera acorde para no perder a los clientes.


En estos momentos la masa crítica que va a los restaurantes cuida cada “pesito” y busca y compara para recalar en las alternativas más económicas que cuiden la calidad. Se terminaron los “fuegos artificiales”.


Son tiempos de vacas flacas. En el Pentateuco ya sabían lo que eran los ciclos económicos: periodos de beneficios en los que hay que ahorrar para las épocas de menores ganancias. No se puede decir más claro: ganar y no guardar poco es de estimar y quien nada guardó, nada encontró. Y obviamente nada gastó, es una pescadilla que se muerde la cola.


En cambio, de nada sirven las historias de la antigüedad ni los refranes, esencia de la sabiduría popular. La falta de políticas gubernamentales, la avaricia de unos pocos, el dinero fácil todo lo enloda y seguimos tropezando con la misma piedra.


El barómetro nos dice que estamos entrando en el ojo del huracán ojalá pronto escampe. Y una vez salga el sol las cosas mejorarán, a pesar de estos malos augurios lo último que se pierde es la esperanza, hay que trabajar más y mejor y nunca perder la esperanza.

  • 23 feb 2024
  • 4 Min. de lectura

23/02/2024 OPINIÓN




Ramón Freixa




En la crítica gastronómica, lo que este "métier" (profesión) requiere es proponer al consumidor una mejor manera de experimentar; el crítico debe dar contactos, información, historia, algo que te haga más listo cuando estés en un restaurante. Necesita darte más que la recomendación de 've acá o allá'. En esta columna recopilo una serie de comentarios sobre el periodismo y la crítica gastronómica.


El público y los clientes se volvieron experimentados y nosotros deberíamos estar a la altura. No tenemos que informar sobre lo que al lector le interesa, sino sobre lo que no sabía que le podía llegar a interesar.


La crítica no lo es todo en el periodismo gastronómico, es solo una forma de hacerlo, pero la relevancia y la trascendencia que ha tomado la ponen en boca de todos, sin querer se convierte en un poder y tarde o temprano uno siempre termina llegando a la crítica.


La crítica gastronómica es el análisis del hecho culinario desde la perspectiva individual y desde los propios gustos. Se puede hacer de restaurantes, vinos, o de opinión pura. Los críticos analizamos desde un punto de vista subjetivo y personal; estamos hablando de gustos personales, y eso marca tu relación con la cocina.


Cuando hago crítica es el relato de un momento, de cuando voy a un restaurante y cómo. Es un ejercicio riesgoso y evidentemente te puedes equivocar en muchas cosas. Me da igual que el restaurante haya abierto hace un mes o hace unos días, porque el restaurante está trabajando para un cliente para degustar un buen nivel.


Quienes hacemos periodismo gastronómico tenemos que hacerlo como el crítico de cine, que se ve varias veces la película, porque la opinión cambia. Al restaurante hay que ir varias veces.


Ser un crítico gastronómico implica un ejercicio literario, aunque sea menor. Hay que hacerlo bien y hay que comunicar lo mejor que uno pueda los conceptos que uno tiene en la cabeza. Hay que ser contundente o claro, ensalzar o criticar. Quien no domine el lenguaje la tiene difícil, si no domina el español está mal. Como crítico gastronómico debe ser libre y sincero y trasladar al papel lo que uno ha visto, procurando nunca herir a nadie, pues todos tenemos un mal día, y la reputación es un intangible que no puedes socavar por un subjetivismo mal entendido.


En el periodismo gastronómico hay que leer la cocina, los platos están llenos de mensajes. Pero independientemente de cuáles sean los mensajes, estos son emociones. A mí me gusta el mundo de las emociones porque es lo que más sintoniza con el lector. Comemos con la memoria, y la memoria trastoca la percepción de las cosas. Una comida es un relato, es un diálogo entre el cocinero y toca interpretarlo, saber leerlo para luego contarlo.


¿Qué queremos contar, qué es lo importante en esa historia y cómo hago para contarla? Cada crítica es una historia. Puedes hacer la crítica tan larga como quieras y empezar a recortarla. La crítica es un ejercicio de decir y salir corriendo. Es una columna de opinión y, por lo general, es corta. Si yo quiero contar una comida no puedo hacer un ejercicio literario y hacerla como un reportaje, una crónica. Que quede entre 540 y 700 palabras, máximo.


Personalmente me preocupa más el lector que me lee, que el cocinero del que escribo. Siento respeto por el cocinero y lo veo como a un héroe y me importa su trabajo, pero al final lo que quiero es buscar un vínculo entre el lector y mi nota gracias al cocinero.


Si, como digo, los chefs son verdaderos protagonistas del trabajo y la creatividad, los cocineros toleran la crítica gastronómica cada vez peor, hay algunos que no toleran lo que se dice. Y no se dan cuenta de que el único objetivo es ayudarles para corregir aquello que el público ve irregular. Una crítica bien hecha impulsa el sector, siempre que se haga de manera constructiva, siempre que permita ver las debilidades, fortalezas y el camino que está por recorrer para mejorar.


La vida del restaurante depende del boca-oído, y eso sí afecta al restaurante. Los críticos somos prescriptores. Le recomendamos a la gente dónde ir. Lo mismo que hacen los críticos de cine. Lo que digamos de una manera u otra va a influir, pero no creo que vaya a cerrar un restaurante por una crítica.


La crítica no quita clientes ni cierra restaurantes. Puede frenar la llegada de nuevos clientes, pero no hace que los clientes fidelizados se marchen. La crítica es capaz de cambiar el mundo porque provoca debate y sin debate no hay reflexión y sin reflexión no hay manera de avanzar. Este ejercicio siempre tiene consecuencias porque hace que alguien piense. No es bueno vivir en un mundo sin debate, en ese sentido, puede ser un estímulo o un freno.


En fin, nos hemos quedado entre la mitad de una columna de opinión, pensamiento cuasi filosófico y autoanálisis del periodismo gastronómico. Espero que te haya interesado.

  • 9 feb 2024
  • 2 Min. de lectura

09/02/2024 OPINIÓN





Por Borja Cortes Ubach




El vino no es simplemente vino. El vino, una bebida noble y milenaria que simbolizaba en religiones antiguas la unión de lo terrenal y lo espiritual.


La vitivinicultura, noble arte que reúne las técnicas para producirlo, nos une, genera empleo, moviliza a miles de turistas, que ávidos por aprender más, visitan y contribuyen al desarrollo de otras regiones, generando más empleo en sectores adyacentes.


El vino potencia los sabores de la gastronomía, sin duda alguna, la pareja ideal de la comida, de nuestros alimentos, de los platos y recetas llevando además la marca Argentina, Bolivia, Uruguay, Chile… a la intimidad de las mesas del mundo.


La mayoría de los consumidores disfrutan del vino como lo hacen de la comida: con moderación y como parte de un estilo de vida saludable. El consumo de vino es un acto social y, por lo tanto, hace falta compartirlo para poder disfrutar. En Bolivia hay que resaltar el gran aporte que está haciendo “La Academia del Vino en Santa Cruz”.


Por otro lado, las mejores bodegas de Latinoamérica están asociadas a “Wine in Moderation”, una coalición mundial de organizaciones vinculadas al vino que creen en una cultura sustentable de consumo a través de la educación, y promoviendo conductas responsables que eviten excesos.


El programa desarrolla principios para cuidar al consumidor, a las regiones productoras y al patrimonio del vino. Se difunde una cultura positiva, permitiendo al sector ofrecer sus productos responsablemente y educando al consumidor para que elija consciente y entienda que el disfrute se encuentra vinculado a la moderación.


Apreciar un vino es conocer su origen, su cultura y territorio. Apreciar un vino es entender su carácter único, maridarlo y beberlo lentamente. Disfrutar de un vino también es aprender a que el vino se intercala con agua.


El vino es parte de la mesa familiar y del encuentro con amigos.


Estamos convencidos de que la ley de alcohol 0 no resolverá los problemas que a todos nos preocupan. Sólo la educación y la efectiva aplicación de las penas podrán modificar conductas irresponsables y abusivas. Quienes hoy no respetan el límite de 0.5 no van a respetar el límite de 0.


Termino con unas estrofas de un poema de Borges, lleno de sentimientos y sensaciones al mismo. Un poema que nos recuerda la íntima relación que ha mantenido el ser humano con el vino a lo largo de milenios:


"Al Vino"

En el bronce de Homero resplandece tu nombre,

negro vino que alegras el corazón del hombre.

Siglos de siglos hace que vas de mano en mano

desde el ritón del griego al cuerno del germano.

En la aurora ya estabas. A las generaciones

les diste en el camino tu fuego y tus leones.

Junto a aquel otro río de noches y de días

corre el tuyo que aclaman amigos y alegrías....

¡Disfrutemos con responsabilidad esta gran bebida, Salud!

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